BESTIARIO
(a Emeterio Cerro)
1
EL CHANCHO DE LAS CAÑADAS
Desastrando cardos a la hora de
la siesta
el chancho de las cañadas
revuelve entre los maizales.
Babosas le hurgan por
sus cadenas ante
las risas de blancas naifas
que se abrazan con pámpidas
o turcos con olor a ginebra.
Luego, hembras de cabellera al gorgojo
y fosforescencias,
se duermen al sol
mientras su cohorte de moscas
envuelve al chancho con
las sedas de sus verdes alas
para que no se mueva
y no haga ruido de cadenas.
A la luz de los absolutos,
piel de abismo
en ánfora de cieno,
el cuerpo del chancho
estalla en lisura plena.
2
LAS NINFAS DE LOS CARDALES
De cabelleras violáceas
tal sus cardales
brillaban al sol y emanaban fluorescencias
nocturnas.
A veces, acechaban a indios y turcos,
y también a los gringos labradores.
En sus momentos de ocio,
devoraban briznas que traía el viento,
o hurgaban en la tierra
para buscar lombrices raras.
Pero, lo mejor, atrapaban luciérnagas
para frotarse de ellas
su destello íntimo.
Cuando los hombres llegaban
los herían con los untos verdes y violas
que habían robado y los envolvían en
la borrasca de sus coitos pámpidas.
Así y todo, sus adorables víctimas
jamás las recordarían.
3
LLORONA
Cruzaba siempre a campo abierto
y llegaba a pueblos donde la desearan (aunque no todos).
En los bolsillos, escondía las púas sangrantes
de las quinas que
llevaba en prevención
de sucesos molestos.
Alguna vez, ella lo sabía,
el chancho de las cañadas la persiguió
muy suave cuidando de no hacer ruido de cadenas.
Otra, en sus cardales,
las naifas ahítas
escucharon –algo atónitas, claro- su llanto.
Todos sabían quién era
y que se estaba bien
sola y rumiando
la antigüedad de sus vestidos (negros).
Pero a ella no le importaba,
ignoraba
el temor de muchos y sobre todo
que la confundieran, siempre, con la verdadera muerte.
4
EL HIDEBEHIND Y EL DAÜ (1)
Del norte de habla inglesa llegaba
el hidebehind para ayudar con la sinuosidad
del Daü, criatura alpina
que sin darse cuenta se metió de polizonte
en un barco cargado
con piamonteses.
El animalillo se adaptó bien a las pampas
pero pastaba a izquierda o derecha
según el errar tergiversado de sus patitas inversas
y era además muy sutil en percibir la presencia
malevolente de indios, gauchos
y compatriotas
pérfidos a los que dejaba al principio pagando.
Pero éstos aprendieron a sorprenderlo vociferando
tras de sus orejitas tersas: -¡Uh, Daü!
Así, el inocente tenía que escapar en
dirección opuesta
a la orejita que había recibido el grito
tras las bullas de todos
y de su apetito
insatisfecho siempre.
Fue entonces cuando decidió aparecer el hidebehind:
de bronca se ponía a devorar
las espaldas de los miserables
que no podían verlo (porque siempre venía de atrás)
y al que, en sus últimos momentos, confundiesen, quizá, con un vampiro
transparente (bueno, algo de eso era).
Después
en la noche,
el hide, invisible como nunca,
se despachaba al que viniese y se divertía a lo loco
hasta
con chajaes y gallinetas.
(Dulces momentos cuando al Daü, zigzagueando a la izquierda
o a la derecha, apenas si
recordaba)
5
IL BENANDANTE (2)
(en memoria de Angiulina)
Con ganas de hacía tiempo y una bronca como
si el constante polvo le hiciera doler los oídos,
el benandante,
recorría las pampas criollo-piamontesas, sin que
nadie le entendiera un comino
de los servicios que ofrecía en su parla de friulano.
Babeando por gringas, turcas o indiecitas
Recibía, en cambio, botellazos
cuando sus interlocutores o interlocutoras
se daban cuenta de su incapacidad para captar
mediante signos verbales el evidente rechazo.
Pero un día, de tanto andar caminos
llegó al monte donde vivía
-excepción como él-
una paisana.
Ella, joven, viuda,
tetas blancas
al aire,
recitaba conjuros
entre sauces y lagartijas
por la buena cosecha,
prevenir el acoso,
ahuyentar la malevolencia .
Él se detuvo a observarla
Y vio cómo del seno,
caía su leche hacia unas hojas de ruda
que la viuda amasaba
con pelos de mulita,
lúbrica y dulce.
Al benandante, los ojos, de a poco,
se le llenaron de bichos
montaraces y se acordó del tiempo
cuando con ramas de hinojos
salía a vencer a los que blandían sorgos y maleficios,
el tiempo cuando sus creyentes le
prodigaban vituallas
y podía vivir de arriba
y aprovecharse tanto.
Entonces, penetró en el monte,
interrumpió a la bella, le declaró su rango
y también que le dolía el oído.
Ella (sin ver los bichos que él tenía por ojos)
no dudó, se trataba de un paisano.
Así, vertió su calidez profusa
en la oreja que, una vez llena de leche,
provocó en el depravado
tantas ganas que se agarró a las tetas
y al cuerpo entero de la viuda,
única ofrenda en medio de
esa pampa inhóspita.
Ni qué decir la respuesta:
recibió tremenda bofetada
y allí nomás, armada de sus propios sortilegios,
ella lo transformó
en un chancho, después en oso
y finalmente en burro
así tenía la pobre, al menos, cómo trasladar
sus cargas.
Del benandante, nunca más se supo en estos pagos,
por minoría étnica, por mentiroso,
y más que nada, por degenerado.
(1)- el Daü es un animalito fantástico de la tradición campesina en las montañas del Cúneo, Piemonte y en Valle de Aosta. El bichito era así tergiversado porque vivía en las pendientes escarpadas y por subir y bajar en velocidad constante se le habían deformado las extremidades. El mito dice también que había Daus de izquierda y de derecha según como se le hubiesen deformado las patitas.
El increíble "hidebehind" pertenece al folklore yanki. Aparece en "Fauna norteamericana" del libro Manual de Zoología Fantástica de Jorge L. Borges y Margarita Guerrero. (2)- Los benandanti eran brujos buenos en principio que luchaban contra los malos (los malandanti) defendiendo las cosechas y los ganados. Se reunían en los cruces de caminos para exorcizar los maleficios mediante danzas guerreras en las cuales los buenos, armados con ramas de hinojos, luchaban contra los malos que lo hacían con varas de sorgo. Existieron en el Medioevo en el Friuli (N.E. de Italia), se cree que son expresión de antiguos ritos agrarios de amplia difusión y que llegaron a Italia a través de pueblos eslavos. Muchos de estos brujos fueron procesados y condenados a la hoguera por la Inquisición. A partir de ésta ya no se hizo diferencia entre buenos y malos, todos fueron condenables.
Griselda Riottini
Griselda es docente de literatura y lengua en Rosario, poeta y traductora.
http://jorgedipre.blogspot.com/2010/06/el-bestiario-de-griselda-riottini.html
1 comentario:
muy buena poeta. No la conocía.
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