LA BAILARINA
La profesión de
mercachifle está reglamentada; sin embargo, nadie más la ejerce, por falta de
baratijas. Pasaron a vender helados y jugos de fruta, y son conocidos como ambulantes.
Conocí al último
mercachifle de verdad, y le compré un espejito que tenía en el lado opuesto una
bailarina desnuda. ¡Qué mujer! Sonreía para mí como prometiendo cosas, pero yo
era pequeño, y no sabía qué cosas fuesen. Me perturbaba.
Un día rompí el
espejo, pero la bailarina quedó intacta. Sólo que no sonreía más para mí. Era
una fotografía como cualquiera. Busqué al mercachifle, que no estaba más en la
ciudad, probablemente había cambiado de profesión. Hasta hoy no sé qué era lo
mágico: si el mercachifle, si el espejo.
LA BAILARINA Y EL MURCIÉLAGO
Hay un murciélago
volando de madrugada por la calle Montenegro. Siempre después de las dos, nunca
después de las cuatro.
Escoge entre
ventanas abiertas y entra en dormitorios de jovencitas, para chuparles la
sangre. Hace esto tan suavemente que la víctima no despierta, y sólo por la
mañana, al levantarse, siente ardor en un pequeño punto amoratado del cuello.
Hay quien discute
la identidad del animal, y afirma que se trata de un vampiro humano, como los hay
en Transilvania. Falta consistencia a la afirmación, pues ningún hombre
llegaría al séptimo piso, subiendo por la fachada de los edificios.
Muchos moradores
ya vieron al murciélago e intentaron matarlo. El escapa y se diría que no teme
represalias, pues regresó por tercera vez al dormitorio de Hercilia Fontamara,
bailarina del Teatro Municipal.
A los periodistas,
Hercilia declaró que comienza a habituarse al hecho de ser visitada por un
murciélago que le extrae algunas gotas de sangre sin mayor daño. Ella observó
que, a partir de la primera visita, aumentó su flexibilidad muscular en los
ensayos, y que nunca bailó tan bien como de ahí en adelante. Espera tener un
desempeño perfecto en la presentación de “Giselle”, si en la noche de la
víspera le ofrece un poco de sí misma al estimulante quiróptero.
LA BELLEZA TOTAL
La belleza de
Gertrudis fascinaba a todo el mundo y a la propia Gertrudis. Los espejos se
pasmaban delante de su rostro, rehusándose a reflejar a las personas de la casa
y mucho menos a las visitas. No osaban abarcar el cuerpo entero de Gertrudis.
Era imposible, de tan bello, y el espejo del baño, que se atrevió a esto, se
partió en mil astillas.
La muchacha ya no
podía salir a la calle, pues los vehículos paraban a despecho de los conductores,
y estos, a su vez, perdían toda capacidad de acción. Hubo un embotellamiento
monstruoso, que duró una semana, aunque Gertrudis haya vuelto luego a su casa.
El Senado aprobó
una ley de emergencia, prohibiendo a Gertrudis aproximarse a la ventana. La
muchacha vivía confinada en un salón al cual sólo entraba su madre, pues el
mayordomo se había suicidado con una foto de Gertrudis sobre el pecho.
Gertrudis no podía
hacer nada. Había nacido así, este era su destino fatal: la extremada belleza.
Y era feliz, sabiéndose incomparable. Por falta de aire puro, terminó sin
condiciones de vida, y un día cerró los ojos para siempre. Su belleza salió del
cuerpo y quedó suspendida en el aire, inmortal. El cuerpo ya entonces raquítico
de Gertrudis fue acogido en el sepulcro, y la belleza de Gertrudis continuó
titilando en el salón cerrado con siete llaves.
Drummond
de Andrade
Traducción
de María Teresa Ré para la revista digital “de Cierta Poesía”, editorial “El
Heresiarca & Cía.”, Año 1999
Carlos Drummond de Andrade:
(Itabira,
Brasil, 1902-Río de Janeiro, 1987) Poeta y narrador que figura entre los más
grandes líricos brasileños del siglo XX y cuyo libro Alguma poesia dio inicio a la renovación del
modernismo en su país. A pesar de que se graduó de farmacéutico, se ganó la
vida como periodista y funcionario público. En 1925 fundó, con otros
escritores, A Revista, alrededor de la cual se formó el núcleo modernista de Minas
Gerais. En esos años entró en contacto con los líderes del movimiento en São
Paulo, los escritores Mário de Andrade y Oswald de Andrade y la pintora Tarsila
do Amaral. Como alto funcionario del Ministerio de Instrucción Pública, en 1934
se trasladó a Río de Janeiro, donde continuó su actividad periodística,
colaborando desde 1954 en el Correio da Manha, y, a partir de 1969, en el Jornal do Brasil.
Continuar con los datos biográficos
http://jorgedipre.blogspot.com.ar/2013/03/carlos-drummond-de-andrade-contos.html
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