Sólo alcanza leerlo de cabo a rabo y de rabo a cabo; cualquier otra longitud traiciona este magnífico libro en el que se puede navegar armoniosamente, sin estridencias injustificadas, con el timón del oído y el destino del sentido. Pero, ineluctable, traiciono a mi amiga, ofreciendo dos de los poemas, que no podrán, nunca, ser el botón de muestra.
La tela de la araña
Se hizo silencio en el adiós...
en el vendaval tallado con hebras frágiles:
con miedo a las preguntas
agitadas entre los círculos
infernales de la noche.
Enfrentada a la luz
cada cosa prometió en vano
la llegada del poema,
mientras nacía el destello grave
de los nombres
sobre la sombra de las hojas.
Se hizo de suspiro en el adiós:
alejando los rostros
hacia el recinto innumerable
entre pasillos restados por otras frases,
por la nostalgia de otras tardes…
El ramo
Si alguien volviera a partir,
se insinuaría la baranda
diáfana en medio del rocío:
un sitio donde arrasar tanta
vanidad inútil
de los auto – investidos…
Porque una miríada de hilos
sigue enhebrando lisura
hacia el lila de las islas;
cierto éxtasis de la mirada
de duro ceñimiento
en la puerta expuesta
al secreto de los visillos:
bandas espigadas del toldo
agitándose en horas abiertas
de la casa detenida
durante la siesta,
detrás de los festones puros
del olor
a tierra mojada,
ahora,
sobre un penúltimo acantilado de limo.
Allí, donde es imposible
enmascarar la nada,
alguna nave dividirá
de nuevo el rio:
ordenará hacia abajo el canturreo,
como un vuelo constante
a ras del mundo ... o de la luz.
Y antes de que podamos
precipitarnos
en el estrépito diamantino de la tarde,
avanzará un barco de gran calado
frente a otro, pequeño,
pletórico de guirnaldas de liras
y macetas con plantas de alhucema:
las almas ‘vagas y blandas’,
abismando la orilla,
vaciándola de mí ...
Tal vez la evaporará,
también a ella,
como se deshace
en susurros delicuescentes,
el nombre en francés
de la foto del invernadero,
con la cantidad estricta
de cristales en los destellos del fuego.
¿O era de lianas azules y doradas,
morada finita que imaginamos
marcada por la intensidad,
siempre más acá, según decías,
de la justa cadencia
que alcanza la felicidad?
Claudia Caisso, de "El tímpano de la epifanía", Alción Editora, Córdoba, 2009
http://jorgedipre.blogspot.com/2011/11/claudia-caisso-el-timpano-de-la.html
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