27 oct 2010

La realidad trashumada de Jorge Dipré, por Concepción Bertone

Sobre “Todo se quema aquí”

“Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.” Escribió Alejandra Pizarnik. Por eso, en Todo se quema aquí, la combustión de la poesía de Jorge Dipré, construye una tercera dimensión de la realidad donde el espacio que ocupa el paisaje del viaje y el de la vida que habita lo cotidiano: es su máxima expresión. Dipré construye con hondos y seguros cimientos su relación lúdica con los extremos del símbolo y en los límites del símbolo se sostiene (sin incertidumbres) en las leyes básicas con las que se alimenta, se funde y se funda el lenguaje. Con infinita delicadeza urde la trama de su poética donde las piezas que son las palabras, trashuman un coloquialismo singular, que revalida el signo lingüístico creando la reversión de la apariencia para que estas se revelen en su interior, no como cosas sino como ensueños del deseo de “evocar con todo el cuerpo”: “Diseño una caja para mis cigarrillos / de cedro fresco y aromático / con delicadas bisagras doradas / y un grabado a fuego / un pequeño símbolo/ ¿de qué tamaño? / del que surja / con un receptáculo/ para una almohadilla húmeda / La frotaré con tabaco criollo / de Goya / Pondré en el fondo / unas rubias hojas del de Apóstoles / y algunas briznas de un isleño esplendoroso / que me traigan mis amigos viajeros / para ir guardando/ esos manojos torneados / por las hábiles manos de / la vieja torcedora Baldomera / para ir guardando / las formas / que divague el humo”. Sólo hay un punto en el final del poema, ninguna coma separa los versos de una textura purísima que admite la ruptura de la forma, para diseñar esa otra cosa y otra cosa más: que dicen las palabras por sí solas.

Este libro de Jorge Dipré consta de dos partes: “Todo se quema aquí” e “Incrustaciones”, que como él bien aclara en la Nota final, forman parte de un libro inédito todavía, cuyo título sería “Libro 7” En esta primera parte férreamente ligada a la experiencia de sus años transcurridos en el noreste argentino, recrea ese universo y construye sus poemas a partir de una realidad que lo trastoca. No es la alteración, la torción de lo surreal. Es el fuego existencial, el fantasma, el exceso de luz, el brillo que encandila y que quema; son los humos que trashuman divagando esas formas que Dipré quiere guardar en una evocación circular que nos arroja imágenes dibujadas en la memoria de la luz y en la demarcación lírica de su voz poética: “Se alza / víbora de humo / en ciclos regurgitados / acres colores / enarbolada / sobre cabalgatas de piel / todo el cuerpo / evocando / despertar para soñar / hay perfumes en la habitación / alientos / brisa que agita los velos/ brillos / hojas de almanaques / que se queman / en el desierto de la ventana / No digas nada / que perturbe el polvo” .

“El tema no es buscar complejidad, la poesía no es una cuestión de voluntad y aunque habrá quien lo hace, en lo general no es cosa de buscar una expresión compleja o simple, sería un error. Lo que hay que buscar es lo que uno necesita expresar, la obsesión”. Dice, Juan Gelman, Eso mismo dice Jorge Dipré de su búsqueda en esta poesía: “Versos que funcionen como una sola y única palabra. Obsesiones, un retorno de la lengua coloquial como en la épica homérica donde estas formulaciones eran comunes”. Y si Prometeo se robó el fuego del cielo del saber, y Epimeteo abrió la caja de su mujer de donde salieron todos los males (Piedras fundamentales de todo arte): “Leer es apoderarse del arma de los dioses; escribir, es utilizarla”. Eso hace el poeta aquí donde las incrustaciones son “la percepción del relampagueo de la otredad o “de otra edad” en cualquiera de nuestros actos, sin excluir los más nimios”: "Oscuridad del presagio / frente al espejo / Visitante ensordecido / e indeleble / brillando / brillando / sin iluminar”.

En esta instancia del libro aparecen esos versos que se repiten, la poesía como instrumento de conocimiento, como una realidad contenida en el lenguaje. Hay, en sus inicios, una visión cósmica prefigurando el poema; una gravedad donde todo se quema salvo el transcurso de la vida atravesando ritmos y acentos, en una marcha sonoramente sensitiva que prefigura espacios; transformaciones profundas que no pretenden modificar la esencia de las cosas. O sí: “un nuevo sueño” se roza en la esperanza “bajo un cielo de esperma” Otro nacer a otra edad del pasado que brilla brilla en la quemadura de todo aquí… Soles y lunas de otra soledad, el yo desolado en la escritura más íntima y personal que es Vacío y es Claridad, retazos, aromas, palabras como capas de cebolla. Dormir deshojado en el Espejo de grafía. ¿Quién es auténtico?: los changos que apenas se mueven al mediodía, la maestra rural que cruza la luz, los insinuados soles de los niños que iluminan las pocilgas. Esa dilación de lo que se enumera en el puro silencio donde se demora el mundo en esa zona de la autenticidad

Es en ese territorio, ciertamente, donde el compendio lírico y el texto coinciden, como si se tratase de una encrucijada que escapa a lo fortuito, es que me encuentro con lo que considero la médula de la poesía de Dipré. Las imágenes no pretenden generar ritmo, sino continuidad.; permitirle al sujeto y al objeto comunicado, desentrañar ámbitos o generar unidades íntimas y vivenciales. La poesía enfocada en esta dimensión de la realidad no puede dejar de ser sensorial, perceptible, palpable. En ella los sentidos columbran, imaginan, descubren un mundo ya realizado y forjado por el autor: donde el poeta construye su cosmos, y una estética personal profundamente afín con su ética.

El hombre es un animal que recuerda en exceso, aseguró Nietzsche —quien, paradójicamente profetizó la desmesura del eterno retorno de lo idéntico—. La memoria, si se desmadra, nos detiene en el pasado, destruye la posibilidad del porvenir hasta reducirse a una simulación de lo vivido. Doble es el bien de acercarse al fiel (el mesótes aristotélico) que nos posibilita la virtud y la belleza de esta poesía; porque el hombre, y más el poeta, se componen de olvido y de recuerdo, ya que ambos en él se complementan. Y eso es lo que acontece página tras página, en este maravilloso libro de Jorge Dipré.

Concepción Bertone, Rosario, setiembre del 2010.
http://jorgedipre.blogspot.com/2010/10/la-realidad-trashumada-de-jorge-dipre.html

1 comentario:

Concepción dijo...

No recuerdo haber puesto esa fecha anticipada a la experiencia ni ninguna porque sólo firmo lo que escribo y sin fecha, pero quién sabe qué hacen los hados para sorprendernos. He cambiado mis bifocales hace 2 meses y todavía no me acostumbro, pero con los anteriores ya no veía casi nada, así que pueden no haber sido los hados sino mis dedos ciegos en el teclado. Yo que jamás fecho lo que escribo sobre un libro en su presentación... Todo un misterio, y los misterios me son bienvenidos siempre

Con infinito cariño, Jorge querido.

Concepción Berone